Por: Miguel Fernandez Tercero

Presidente  

“Fundación Rafa Fernández para la proyección del talento joven y la universalidad del arte costarricense”.

 

Por segunda vez en cuestión de pocos meses, llegan a mi poder fotos de obras de mi padre que algún sujeto intentaba vender a precios irrisorios.  En la primera ocasión, la oferta se la hicieron a un amigo que envió un WhatsApp haciendo la consulta. Solo ver la fotografía surgió la duda, y al conversar con mis hermanas, ambas conocen al propietario de la verdadera pieza, por lo que de inmediato pudimos alertar de la estafa. En esta segunda ocasión, fue aún más sencillo darse cuenta pues soy yo el propietario de la obra verdadera.

Por cincuenta y cinco años, he vivido inmerso en el mundo del arte, a cualquier hora del día o de la noche tanto yo como mis hermanos, podíamos observar a mi padre pintando; al lado de su musa, mi madre, tuvimos la suerte y la fortuna de acompañarlo en su viaje por la vida; una vida entre texturas, veladuras, óleos, pasteles y carboncillo; un viaje de luz, color, líneas y pinceladas; en fin, una vida de composición y belleza plástica.

Su legado, su obra, su lenguaje, son parte de nuestro ADN, reconocer un plagio a alguna de sus obras, es relativamente fácil.

A través de los años, he tenido la oportunidad de conocer a personas que no comprenden como una obra de arte puede adquirir el valor al que llega a cotizarse, lo que las convierte en una presa fácil para una estafa, y he podido comprobar que algunos requieren de un acompañamiento que los guíe a áreas de conocimiento y sensibilidad que posiblemente no han explorado antes.

Hay que tener cuidado porque ese acompañamiento no se encuentra a la vuelta de la esquina. Para empezar los canales de distribución más importantes para la promoción y venta de obras de arte son las galerías, las ferias y las subastas, basta dar un vistazo a lo que sucede en otras latitudes. Hay que comprender que el precio de una obra está determinado por el prestigio del artista (trayectoria, proyección, exposiciones, colecciones privadas, museos), en otras palabras, las obras valen por su creador, por el lenguaje y la proyección que éste llegue a alcanzar; este es un status que no cambia por más que aparezcan obras falsas, es por esta razón, que la cotización de una pieza de un maestro no se deprecia.

En Costa Rica, hemos tenido y tenemos maestros de la plástica importantes, reconocidos a nivel local e internacional. Sus nombres, reputación y prestigio dan a Costa Rica una posición dentro del contexto universal del arte.

Rafa Fernandez no es el único artista nacional que ha trascendido  fronteras, ni el único propulsor de la universalidad del arte costarricense, pero sin duda ha sido uno de los más importantes, pues sus obras forman parte de colecciones privadas alrededor del mundo, encontrándose  en acopios de  museos de América y Europa; el más importante la Galería Uffizi en Florencia Italia, al lado de inmortales del arte  como Miguel Ángel, Da Vinci, Botticelli,  Caravaggio,  Sanzio, Tiziano, Rembrandt, Velásquez , Delacroix entre otros muchos maestros.

Aún cuando es bastante difícil desprenderse del efecto biliar que producen las fotografías que han llegado a mi poder, me parece importante describir algunos de los personajes que participan de este tipo de actos ignominiosos, en principio identifico cuatro, y uno más que no participa directamente pero sí contribuye a la afrenta. Espero que se comprenda que me voy a referir a ellos con una serie de adjetivos calificativos que sin duda no expresan cualidades positivas sino burdos defectos. 

El miserable.  Este sin duda no conoce la palabra honor, y posiblemente ni sus padres ni sus hijos puedan en algún momento de sus vidas sentirse orgullosos de él, es una persona sin escrúpulos, actúa sin respeto, sin esmero y minuciosidad, lo califico como chapucero, inútil y delincuente; me refiero al que se dice pintor que se atreve al plagio, ni es pintor ni es artista, sorprende que se crea artista cuando es incapaz de respetar el arte. En el caso específico del seudo-pintor que plagió la obra que me pertenece, debo agregar que es asombrosamente malo, posiblemente miope porque es incapaz de notar el pésimo resultado de su trabajo, si es que a eso se le puede llamar trabajo.

El indeseable. Este es indigno de confianza, traicionero, sucio y cobarde; es igual de inescrupuloso que el primero, pero con otras características que diría lo hacen aun más repelente, es un criminal, sin el más mínimo respeto de la ley, que ni por asomo comprende la palabra honor. Me refiero al ladrón y estafador que lleva la labor de venta de estas obras falsas, en cierta forma es un enfermo porque se vanagloria del engaño, se regocija de hacer pasar por tontos a quienes caen en sus mentiras y sus trampas. ¡Cuidado! Generalmente ofrece certificados de autenticidad que también son falsos.

El incautoSuele ser una persona que le gusta el arte, pero que tiene un conocimiento que no le alcanza para identificar el engaño, no tiene el criterio necesario para valorar una obra de arte. Generalmente con buen nivel educativo, exitoso en su negocio y/o trabajo.   Realmente, el mejor calificativo que se le puede dar es el de incauto. Suele tener la idea errada y preconcebida de que no tiene el dinero suficiente para adquirir una obra, cuando lo cierto es que, si investiga y utiliza medios confiables, con seguridad la podría adquirir sin riesgo.  Esa concepción de que le es inalcanzable lo hace vulnerable cuando aparece el indeseable ofreciendo un precio de oportunidad. Esta persona, a diferencia de la que compra porque cree que está haciendo clavos de oro, no merece el engaño.

El oportunista. A este individuo, no le interesa el arte, sino el negocio. Cree que compra barato para vender caro, y lo mata su avaricia. Hay que tenerle cuidado porque puede caer en el papel del indeseable, pues una vez que se entera del engaño no duda en buscar a un incauto para al menos recuperar lo perdido.  

Finalmente, me voy a referir a otro personaje, que, aunque no participa de este deshonesto negocio, sí contribuye a demeritar el mercado del arte en Costa Rica.

El aldeano. A este lo podemos calificar de mezquino y envidioso, es el que no ve más allá de su nariz, incapaz de reconocer la dimensión del arte, y mucho menos a los maestros nacionales que se han forjado su lugar en el arte universal.  Si puede, despotrica sandeces en tono de catedrático, sin duda lo mata la envidia.  No es posible generalizar, pero si es preocupante que existen aldeanos en puestos institucionales que lejos de fortalecer el arte y la cultura son un verdadero lastre. 

Cuando le ofrezcan una obra de arte, piense en estos tipos de individuos, y actúe con cautela. Si es una oportunidad única, dude, mida al vendedor, asegúrese de recabar información que le permita ubicarlo en cualquier momento, consulte con amigos que hayan adquirido obras en galerías, busque asesoría en personas con nombre y prestigio, y dude aún más cuando empiecen a desacreditar.   Pero sobretodo, ¡no sea usted un incauto!